La realidad es una contundente señora.
Siempre habla la última.
Rompe el espejo,
tapa la ventana,
hace crecer la hierba,
manda aviones sin piloto
a reconocer el terreno,
y tacha lo que escribimos
al despertar.
La realidad
quisiera ser nuestra amiga,
pero sabe que solo jugamos con ella
por conveniencia.