domingo, 9 de febrero de 2014

Terapia.




Dice que la culpa se amontona en la espalda
y se hace de piedra entre los huesos.
Mientras él amasa,
las mariposas iluminan una parte perdida de mi cuerpo.
Sigo ese vuelo azul,
sus dedos escalan por mi cuello.
Allí hay ruido de cadenas, chirriar de motores.
En silencio le doy permiso para tirar fuerte
y quedarse con ese pesado laboratorio entre sus manos.
Pero sus manos de arcilla
ya están limpiando mi espalda
con un paño, a toques contenidos,
y con una caricia,
me piden que me levante.
Seguro que no es fácil retirar la piedra,
acallar chasquidos
o desatornillar edificios ajenos
usando solo las manos.