martes, 13 de noviembre de 2012

Primer conjuro contra el desánimo.




Yo tenía la cámara
y tú movías la linterna
por encima de la cabeza
en la oscuridad.
Era un baile loco y alegre
inspirado en el alboroto de las olas.
El clic capturó un garabato de luces
amarillas y anaranjadas,
con un centro blanco.
Era verano.
Esta es la fotografía,
no me digas que no la ves.
La tristeza es una clase de ceguera.

Escucha mi voz.
Es un radar que detecta hilos rotos,
pero también una mano que los anuda.
Déjala pasar.

Qué conjuro podría con las piedras
que rinden tus párpados.
En tu lugar, yo no querría poemas.
Solo te digo palabras.
Hoy.
Andar.
Juntos.
Sí.
Quiéreme.

¿Las oyes?