Y ahora el padrino, ¿dónde lo hallaremos?
Sale un ratón detrás de un molino:
“Hagan las bodas, yo seré el padrino”.
Estando en la boda bebiéndose el vino
llegó un gato negro y se llevó al padrino.
Las bodas del
piojo y la pulga. Cuento popular.
Una pareja entra en escena.
Ella, rubia de bote; él, moreno alquitrán.
Ropa de diario, dedos
grises de recoger colillas, cicatrices que no se reflejan en los escaparates.
Siempre a mil kilómetros
del glamur, animales de descampado, han hecho un largo viaje por las calles de
su barrio hasta llegar a esa oficina en la segunda planta.
Ella (a bocajarro): Vendremos a casarnos el sábado.
Ella (a bocajarro): Vendremos a casarnos el sábado.
Voz entrecortada que
rasga el papel de citas y aliento a tabaco y cerveza que tuerce el gesto de los
funcionarios.
Ella (Sin perdices y sin que suene a pareado): Mañana
pagamos: el padrino está lejos y él es quien tiene la pasta.
Él (sonríe
grande): …
Guiño a la señorita que
toma nota. Parece que van a irse.
Ella (a la funcionaria, metiendo la cabeza en el despacho): No nos borres de la lista, que
seguro que venimos.
Qué vida esta,
como una obra de malos y peores
donde cada cual interpreta a muerte
su momento de gloria o esperanza.