No saben Júpiter y Venus que su
lento baile es una señal de esperanza para mí. Algo de su movimiento sin avance
me dice que siempre puede haber una oportunidad: a pesar de todo, allí están, acercándose
y alejándose uno del otro, esos dos planetas cuyos nombres conozco.
Mirar hacia arriba, reencontrarlos
brillando en otro lugar de la noche, a miles de kilómetros de la posición de
ayer pero en el mismo pedazo de cielo que mi vista alcanza, tiene efectos
analgésicos: entregar mi corazón blanqueado por la sal y el ácido del día, y esperar medio segundo a que vuelva en su color y dispuesto a entrar en
casa.
2 comentarios:
Te noto cósmica…
Es que hay mucho planeta a la vista: venus y júpiter por un lado, marte a la espalda... Imposible no notar nada.
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